terça-feira, 26 de outubro de 2010

A sábia poesia de Fernando Pessoa

Fernando Pessoa (Lisboa, 13 de junho de 1888 - Lisboa, 30 de novembro de 1935)





Posso ter defeitos, viver ansioso e ficar irritado algumas vezes,

mas não esqueço de que minha vida é a maior empresa do mundo.

E que posso evitar que ela vá a falência.

Ser feliz é reconhecer que vale a pena viver apesar de todos os desafios,incompreensões e períodos de crise.

Ser feliz é deixar de ser vítima dos problemas e

se tornar um autor da própria história.

É atravessar desertos fora de si, mas ser capaz de encontrar

um oásis no recôndito da sua alma .

É agradecer a Deus a cada manhã pelo milagre da vida.

Ser feliz é não ter medo dos próprios sentimentos..

É saber falar de si mesmo.
É ter coragem para ouvir um 'não'.
É ter segurança para receber uma crítica, mesmo que injusta.
Pedras no caminho?
Guardo todas, um dia vou construir um castelo...

(Fernando Pessoa)

domingo, 24 de outubro de 2010

ENVELHECER - ARNALDO ANTUNES



"A COISA MAIS MODERNA QUE EXISTE NESSA VIDA É ENVELHECER... A BARBA VAI DESCENDO E OS CABELOS VÃO CAINDO PRA CABEÇA APARECER... NÃO QUERO MORRER POIS QUERO VER COMO SERÁ QUE DEVE SER ENVELHECER... NÃO SEI POR QUE ESSA GENTE VIRA A CARA PRO PRESENTE E ESQUECE DE APRENDER... FELIZMENTE OU INFELIZMENTE SEMPRE O TEMPO  VAI CORRER..."

(ARNALDO ANTUNES)

quarta-feira, 6 de outubro de 2010

Lições de Mitologia - Faetón

MITO DE FAETÓN



En tiempos lejanos el Universo era un inmenso globo de cristal purísimo. En su materia transparente estaban incrustadas las estrellas. En el centro de esta esfera se hallaba la Tierra. En sus corrientes de agua cristalina, que corrían por valles claros, vivían los dioses. Éstos habitaban en palacios de mármol y cuidaban del orden y del concierto de todos los fenómenos por orden de Zeus, supremo Rey de la Creación.

Febo Apolo, dios del sol, estaba encargado de dar luz y calor a la Tierra. Sobre su carro esplendente - tirado por caballos indómitos que sólo obedecían a su auriga- recorría diariamente la amplia ruta del espacio. Los rayos ardientes del carro pasaban a una justa distancia de la superficie de la tierra. El curso era regular, de oriente a occidente, y la luz y el calor, nunca excesivos, maduraban las mieses y hacían felices a los hombres. Entre éstos vivía entonces Faetón, gallardo hijo de Apolo y su esposa Climena, cuyo corazón rebosaba de orgullo cuando veía pasar en lo alto el espléndido carro de su padre. Éste no podía detenerse nunca para hacer una caricia a su hijo; ni siquiera una mirada podía dirigirle, ocupado siempre en conducir sus indómitos corceles.

Faetón no se consolaba de esta falta de consideración de su padre. En más de una ocasión fue ridiculizado por los hombres, quienes sospechaban que la paternidad de Apolo era pura fábula y mentira. Épafo, hijo de Júpiter e Io, pone en duda el origen de Faetón, que dice ser hijo de Clímene y Apolo. Enfurecido, Faetón implora a su madre que le diga la verdad, y ésta le remite al mismo Sol para que sea Él quien le confirme que es en verdad hijo suyo.

Hacia el palacio del Sol se dirige Faetón, y su padre, Febo Apolo, le recibe con cariño, confirmándole su origen, y prometiéndole, alegre e inconsciente como solo los dioses Olímpicos pueden ser, concederle cualquier deseo. El orgullo de Faetón, la pretensión de ser reconocido por todos como hijo del Sol le lleva a la perdición: le ruega a su padre que le permita conducir el Carro del Sol, en el viaje del Astro por el Firmamento.

Al oír tales palabras, Apolo se arrepintió de haber prometido que iba a acceder a cualquier petición de su hijo. No podía permitir que éste corriera el riesgo de una catástrofe, provocando un desastre irreparable.

-Hijo mío- exclamó el dios en tono persuasivo-: no tienes idea de lo que significa regir esos corceles para que no se aparten de la ruta fijada. Son caballos indómitos, que sólo la mano de un dios puede sujetar.

Faetón meneó la cabeza. Quería significar que ninguna razón podía apartarlo de su propósito. Debía concedérsele lo prometido.

-¿No comprendes, hijo, que un solo momento de descuido, un instante de debilidad, hará que el carro se desvíe de la ruta? Un pequeño alejamiento de la Tierra provocaría la muerte de todos los seres vivos por falta de calor; una pequeña aproximación secaría los arroyos, los ríos, los mares y todas las fuentes que dan vida a las plantas, a los animales y a los hombres.

Ni los argumentos ni el tono doliente y persuasivo de Apolo conmovieron al terco joven.

-Quiero demostrar a los hombres que soy digno hijo del dios del sol. Estoy seguro de que guiaré con firmeza tus caballos.

Agotados todos los argumentos, Febo recurrió a los ruegos y súplicas; pero Faetón mantuvo firmemente su decisión. La promesa debía ser cumplida.

A la hora señalada por Zeus desde los tiempos más remotos, el carro del sol estaba listo para emprender la diaria carrera por el firmamento. En el momento en que el joven empuñó las riendas, Febo, temeroso de lo que pudiera hacer su hijo, le hizo las últimas recomendaciones.

-Espero que Zeus te dé fuerzas para mantener sujetos a los caballos durante la jornada entera. No descuides ni un instante las riendas. No te distraigas y, sobre todo, no trates de mirar hacia abajo.

Faetón ardía de impaciencia. Con las riendas en su puño firme, esperaba el minuto preciso del comienzo de la carrera. Estaba seguro de que el éxito coronaría felizmente su audaz empresa, logrando así la consideración y el respeto que le negaban los hombres.

Al comienzo, la carrera se desarrolló normalmente. Parecía que los caballos no habían advertido el cambio de auriga. El carro refulgente horadaba las sombras, y los caballos seguían la ruta acostumbrada.

"Ahora se despiertan los pájaros en sus nidos. A mi paso me saludan las aves con sus cantos. Todos los elementos de la tierra elevan hacia mí himnos de gracia. Ellos no saben, ni pueden imaginarse, que no es Febo el que guía hoy el carro del sol".

Así iba pensando Faetón mientras los corceles, regidos por las riendas tensas, seguían por la ruta del cielo. El joven se imaginaba el espectáculo que a su paso se desarrollaba sobre la Tierra, cintas de ríos y arroyos centelleantes, brillo de olas marinas, verde de praderas inmensas, juego de nubes y trabajo fecundo de hombres laboriosos. ¡Qué hermoso debía ser ese espectáculo visto desde las alturas! Y en un momento de debilidad, en un instante de olvido de las recomendaciones paternas, el inexperto auriga dirigió la mirada hacia abajo. Fue un momento, más breve que el zigzaguear de un relámpago. Una de las riendas quedó floja; uno de los corceles lo advirtió y se separó lateralmente; los otros fueron atraídos por el primero, y el carro se desvió de la ruta.

Faetón quiso enderezar el curso para tomar el rumbo cierto, pero sus brazos no tuvieron fuerza suficiente para ello. Los corceles siguieron apartándose, indóciles al puño que los regía.

Cuando el carro del sol se acercó a la Tierra, vastas regiones ardieron de súbito. Campos y ciudades fueron presa de las llamas, y en poco tiempo, cultivos, arboledas, aldeas y urbes se transformaron en ceniza. Grandes humaredas se elevaron al cielo, y Faetón se desesperaba al comprobar la inutilidad de sus esfuerzos. Aferrado a las riendas, veía con espanto que los caballos se alejaban ahora de la tierra. Un frío intenso sembró la muerte sobre vastas regiones. Ni plantas ni animales sobrevivieron en ellas. Los hombres corrían despavoridos en busca de los rayos del sol, pero éstos eran tan débiles por su lejanía, que el calor era insuficiente para mantener la vida.

Cuando Zeus, advertido del curso irregular del carro del sol, vio desde su trono que era una mano inexperta la que empuñaba las riendas, tomó uno de sus rayos y lo lanzó al espacio.

El rayo golpeó en pleno pecho al audaz auriga, y éste soltó las riendas y se precipitó en el vacío. El carro del sol se detuvo un momento, y Febo volvió a ocupar su puesto. Todo volvió a su quicio, la vida de la Tierra retomó su curso normal, y el desastre ocurrido asumió el carácter de un incidente pasajero. El cadáver de Faetón cae al río Erídano, donde sus hermanas, las Helíades, metamorfoseadas en tristes álamos, lloran su triste destino.

publicado por Gaby

segunda-feira, 4 de outubro de 2010

"Comer Rezar Amar"



domingo, 3 de outubro de 2010

Filmes - Comer Rezar Amar

O Pior labirinto que podemos encontrar é aquele construído dentro de nós mesmos, através de nossas renúncias diárias, levados talvez pela correnteza do cotidiano, aprisionados pelas paredes do desconhecido. Liz (Julia Roberts), após se divorciar resolve mudar sua vida. O que para muitos seria uma loucura, para ela uma busca, uma jornada interior na tentativa de encontrar um sentido para sua vida. Movida apenas pela sua intuição e orientada pelo capricho do destino ela resolve partir em uma longa viagem. Sua única certeza são os três destinos: Itália, Índia e Bali. Na sua bagagem apenas perguntas sem respostas. O que se segue é uma incrível “viagem” por todos os sentidos que esta palavra pode conter. Uma viagem emocionante por três culturas completamente diferentes. Uma viagem por cenários espetaculares, com uma fotografia de tirar o fôlego. Uma viagem em um enredo muito bem escrito e dirigido, que fazem as mais de duas horas de filme parecerem vinte minutos. Uma viagem na interpretação dos atores, na trilha sonora maravilhosa, mas principalmente na viagem interior da personagem em busca do verdadeiro sentido da vida. Uma busca pela sua identidade, pela paz interior, pelo equilíbrio emocional e pela descoberta da capacidade de amar novamente. Mas com certeza a maior viagem acontecerá dentro de você ao assistir o filme!


Fonte: Blog do Buraco

sexta-feira, 1 de outubro de 2010

Alexandre Garcia: Em quem votar?

Alexandre Garcia
21 de Setembro de 2010

Em quem votar ?

A senhora de cabelos brancos abordou-me no cafezinho do shopping: "Vou-me embora para o Uruguai. Aqui não dá mais. Corrupção por toda a parte, falta de vergonha na cara e sem opção para votar."

Respondi que o Uruguai seria uma boa opção, onde as pessoas têm vergonha na cara e se vive muito bem. Mas seria bem melhor que as pessoas que aqui vivem manifestassem sua indignação, como em tempos de caras-pintadas. E ela tem razão: quem não concorda com a lista de candidatos, não tem opção. Os legisladores que fizeram a lei eleitoral, espertamente não deixaram a opção "nenhuma das respostas acima".

Que democracia é essa, que não permite o "não"? Todas as opções exigem um "sim". Votar em branco ou anular o voto não muda nada e até favorece os que receberam votos válidos, diminuindo a quantidade de votos necessária para se eleger deputados. Quem votar no Tiirica, em São Paulo, como voto de protesto, estará elegendo outros candidatos com as sobras do milhão de votos que o palhaço vai ter. Elegerá, por exemplo, seu companheiro de partido Valdemar Costa Neto, denunciado no mensalão. Quando Eneas recebeu 2 milhões e 500 mil votos de protesto, elegeu outros cinco, que haviam recebido de 200 a 500 votos. Que lei eleitoral é essa? Que democracia é essa?

Se quisessem ser, realmente, democratas, dariam chance ao "não" se manifestar. Escreveriam na lei, por exemplo, que a eleição estaria anulada se a maioria dos eleitores votasse em branco ou anulasse o voto. Eleição anulada e obrigação de apresentar outra lista de candidatos, já que na lista anterior a maioria julgou que nenhum merecia voto. Teriam coragem de fazer isso, de dar essa chance à democracia, à renovação? É terrível essa escolha obrigatória do menos ruim, do menos mentiroso, do menos demagogo, do menos envolvido em negociatas - como na avaliação da desesperada eleitora que quer se mudar para o Uruguai. É como ser obrigado a saltar de um prédio, mas poder optar por um andar mais abaixo.

Pesquisa recém publicada pelo Correio Braziliense, encomendada ao Instituto FSB, mostra que 45% dos eleitores da capital do Brasil não votariam se o voto fosse facultativo. 20% não lembram quem foi o antecessor de Lula, 33% não sabem quem é o governador do Distrito Federal e só 9% lembram em quem votaram para senador. Nos últimos dias, um candidato à reeleição para a Assembléia do Rio foi demitido da polícia por formação de quadrilha e concussão; outro foi preso, junto com colegas da Polícia Rodoviária Federal, porque extorquia contrabandistas e empresas de ônibus para financiar campanha para deputado federal; em São Paulo, condenado por roubo teve uma Ferrari apreendida e é candidato a deputado federal; o preso do Amapá lidera pesquisas. Aí, Tiririca nada de braçada, porque palhaçada é o picadeiro dele. Mas o slogan dele tem um engano: pode ficar pior, sim.


Alexandre Garcia é jornalista em Brasília e escreve semanalmente em Só Notícias